Si hay una canción que ha sido malinterpretada una y otra vez durante décadas, es esta. Born in the U.S.A. suena a himno. Tiene batería militar, sintetizador épico, un título que ondea como colofón… Pero no. Nada que ver. Es más bien todo lo contrario.
Bruce Springsteen no escribió un canto al orgullo americano. Escribió una crítica feroz al abandono de los veteranos de Vietnam. A la hipocresía. A las promesas rotas. A esa sensación de volver de una guerra y descubrir que nadie te espera, que nadie te escucha, que estás “nacido en EEUU” pero no eres bienvenido ni en la panadería de tu barrio.
La letra es demoledora:
“I had a brother at Khe Sanh / fighting off the Viet Cong / they’re still there, he’s all gone”
No suena muy patriótico, ¿verdad? Más bien suena a rabia comprimida en un verso.
Pero claro, el ritmo es potente, la voz de Bruce retumba como un cañón, y el estribillo es tan pegajoso que Ronald Reagan, en plena campaña electoral, la usó como si fuera un anuncio de cereales patrióticos. A Springsteen no le hizo ninguna gracia. Lo dejó claro en entrevistas. Pero ya era tarde: medio país la había adoptado como su bandera sonora sin escuchar la letra.
Y ahí está el quid: cuando una canción se vuelve demasiado grande, deja de pertenecerle al artista. Y si además suena épica… da igual de qué hable.
Moraleja: no todo lo que grita “U-S-A” es patriótico. A veces es un grito de desesperación, con sintetizador de fondo, eso sí.